El Hormiguero celebró anoche su programa 3.000. 20 años en antena, líder de la televisión durante 12 temporadas, cientos de estrellas y una historia que aparentemente se ha contado muchas veces. Pues no, Pablo Motos tenía guardado en el cajón de los recuerdos la historia que jamás se contó sobre El Hormiguero. No iba a ser la única sorpresa de la noche Leer El Hormiguero celebró anoche su programa 3.000. 20 años en antena, líder de la televisión durante 12 temporadas, cientos de estrellas y una historia que aparentemente se ha contado muchas veces. Pues no, Pablo Motos tenía guardado en el cajón de los recuerdos la historia que jamás se contó sobre El Hormiguero. No iba a ser la única sorpresa de la noche Leer
La historia de El Hormiguero ha sido contada muchas veces. Sus éxitos, sus cientos de invitados, sus hitos en televisión, lo que cuesta hacer el programa, sus increíbles cuotas de pantalla -anoche El Hormiguero marcó un 19,2% de share y sacó a La Revuelta su máxima ventaja en estreicta coincidencia, casi 8 puntos- , sus polémicas, sus críticas, sus celebraciones… Veinte años en televisión dan para mucho, para demasiado. Lo que se ha visto, se ha visto, pero ¿y lo que no? Detrás de los 3.000 programas de El Hormiguero seguramente haya decenas, cientos de historias y de secretos que, seguramente, sólo los que han estado ahí los 20 años —es decir, Pablo Motos y Jorge Salvador— sepan. No es habitual que Pablo Motos desvele nunca lo que se cuece detrás y, mucho menos, lo que ha supuesto para él no sólo 3.000 programas sino El Hormiguero en sí.
Aunque con el paso de los años Pablo Motos, de vez en cuando, ha ido dejando alguna que otra pildorita, es uno de los presentadores que pocas veces, por no decir casi ninguna, muestra algo más de lo que se ve en pantalla. Es uno de los presentadores más herméticos y a los que probablemente menos les gusta la prensa que ha habido en la televisión. Él es el que decide cuándo contar y qué contar.
Ni siquiera en los momentos más duros de El Hormiguero (y habrá habido muchos), como los inicios de la temporada pasada con la llegada de La Revuelta, o los días en los que desde el Ministerio de Igualdad se le señaló y se le puso a los pies de los caballos con un vídeo sobre su época más machista (y habían pasado ya muchos años), o durante el estado de alarma por el COVID (El Hormiguero fue uno de los pocos programas que siguió emitiéndose en directo cada noche), o cada vez que alguien, externo o que ha sido interno, golpea al programa, Pablo Motos ha hablado. Pocas y contadas veces han sido las que el presentador ha alzado la voz o ha expresado lo que todo esto, y muchas cosas más, han supuesto.
De hecho, pocos saben cómo fueron los comienzos de El Hormiguero más allá de la historia que todos conocemos y que siempre han contado. Aquel año en que, tras no salir adelante las negociaciones de renovación con Paolo Vasile, entonces CEO de Mediaset, Pablo Motos y Jorge Salvador se la jugaron y decidieron no firmar. Llegó entonces Atresmedia, cerraron el acuerdo y hasta hoy. Conocer cómo debieron ser aquellas reuniones es de esos secretos televisivos por los que muchos mataríamos.
No, Pablo Motos anoche no relató esas conversaciones ni aquellos días, pero sí que se abrió en canal como pocas veces lo ha hecho el presentador. Eso sí, lo ha hecho como siempre ha mostrado ser, sin dejar que las emociones le desborden. Anoche, con la visita de Laura Pausini para celebrar los 3.000 programas, hubiera sido perfecto que Pablo Motos dejase que la emoción desbordara; no lo hizo. Prefirió hacer lo que ha marcado siempre El Hormiguero: contar, pero por encima, trabajar. Los 3.000 programas de El Hormiguero fueron una forma de sacar pecho, de dar su lugar a las más de cien personas que trabajan en el programa, de celebrar, de recordar y… también de revelar.
Fíjate si es raro que Pablo Motos se quite la coraza que ya sólo el hecho de hablar sorprende. Anoche lo hizo nada más empezar El Hormiguero y lo volvió a hacer al terminar el programa, pero sin hablar; sólo con un recuerdo a su madre. El día que su madre falleció (por si alguien no lo recuerda), Pablo Motos presentó el programa sin decir ni mu. Lo dijo al final del programa, porque para Pablo Motos, El Hormiguero es mucho más que un programa: es toda una vida.
Se colocó en el centro del plató, como cada noche; dio el nombre de los invitados de la semana, anunció a la invitada que estaba a punto de entrar y, de repente, se confesó: «Voy a contar una historia íntima y personal de cómo fueron los comienzos de este programa».
«Cuando nos contrataron para hacer el primer Hormiguero, yo en la tele había sido guionista y tenía el sueño solo de hacer un sketch, porque la tele no me gustaba demasiado. Explicaba la idea romántica para la gente del mundo del espectáculo: que los guionistas somos una rata que entrega el folio y, cuando entregábamos el folio, nadie te hace caso porque todo el mundo piensa que eres un fantasioso y que ves el mundo del revés. Lo que yo defendía en este sketch es que los que veían el mundo del revés eran ellos, porque el mundo real sí que es fantástico», contó Pablo Motos.
Hizo el sketch y pensó: «Yo ya he hecho todo lo que quería hacer de la televisión». «Siendo muy sincero, en mi cabeza tenía el miedo de que nos iban a echar pronto, de que íbamos a fracasar, porque en la televisión el 90 % de los programas fracasan, que es una cifra muy alta. Pero seguimos aquí 3.000 programas después».
«La única manera es ser auténtico. Probé a intentar ser un presentador guay, me copiaba de otros presentadores… No me salió. Le gustaré a algunos y a otros, no; no sé por qué. No tiene mucha importancia; de hecho, la mayoría de la gente ni siquiera se gusta a sí misma», lanzó el presentador, que terminó con lo que Jorge Salvador calificó después de «bonito, pero muy cursi»: «Lo que sí que os puedo decir de corazón es que este ha sido el viaje profesional más hermoso que he tenido en mi vida. Muchísimas gracias a todos. Es muy emocionante estar aquí después de 20 años».
Punto. Un arreón a Jorge Salvador, la entrada de Laura Pausini, la entrevista, la actuación en directo de la artista italiana, los piropos de Pausini («Muchos de los artistas se repiten porque siempre queremos regresar. El Hormiguero es único en el mundo y puede que se repita en otras partes del mundo, pero no es igual porque no estás tú»), los abrazos, la euforia que dan los 3.000 y el homenaje a las más de cien personas que cada día hacen El Hormiguero y que pocas veces se ven.
Los programas no se hacen solos, y El Hormiguero, además, es de un nivel de exigencia que el propio Pablo Motos ha contado alguna vez. Él exige al equipo lo mismo que él entrega. Ya te digo yo que es mucho —Pablo Motos trabaja de sábado a jueves, y sólo descansa los viernes—. Es consciente. Por eso, anoche, la ciencia tenía que ser un homenaje a esas cien personas: una coreografía de móviles donde aparecieron todos los trabajadores de El Hormiguero con 42 móviles, cinco tablets y El Conejo de la Loles, la banda que puso el colofón final a la celebración.
Pero este no iba a ser el final. Tras la mesa de los cómicos, tras recordar sus mayores meteduras de pata o sus programas más complicados, tras sentar a Jorge Salvador para recordar algunas de las barrabasadas que ha hecho El Hormiguero en estos 20 años, el final del programa 3.000 fue, probablemente, uno de los momentos más emotivos que Pablo Motos ha vivido en El Hormiguero.
Fue el recuerdo a su madre, la que fue colaboradora del programa hace ya muchos años. «Mi madre era colaboradora de El Hormiguero. Lo pasaba fatal cada vez que tenía que entrar. Era una cómica y ella no lo sabía». Dentro vídeo. Florentino Fernández, Melody, Pablo Motos y, por teléfono, Amelia, su madre. Fue la noche en la que Amelia no dejaba de llamar a Flo, «Flor«, y fue la noche en la que Pablo Motos no pudo contener la risa. «O hablas tú o hablo yo», le advertía su madre. Fue un recuerdo del que Pablo Motos fue consciente y que explica lo que El Hormiguero significa para él y lo que significa para la televisión. Pocos programas han hecho y siguen haciendo lo que hace El Hormiguero, y eso, nadie se lo va a poder quitar.
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