El nuevo primer ministro, que ha sido encargado de liderar la transición hasta marzo de 2025, procede de la provincia de Idlib, donde dirigía una administración local de corte islamista y autoritario, controlado por el grupo armado Hayat Tahrir al Sham¿Aumentará la amenaza terrorista mundial con la llegada al poder de insurgentes islamistas en Siria?
Pocos días después de la huida de Bashar Al Asad de Siria y la caída de su régimen, el país ya tiene un Gobierno interino que liderará esta delicada etapa transitoria hasta marzo de 2025, tal y como han decidido las nuevas autoridades de Damasco. El Organismo de Liberación del Levante (Hayat Tahrir al Sham, en árabe), que lideró la ofensiva militar contra Al Asad hasta forzar su marcha el pasado domingo, ha nombrado a Mohamed Al Bashir como nuevo primer ministro de ese Ejecutivo, cuya misión es hacer frente a los primeros y más urgentes retos, y evitar un colapso de las instituciones y el orden en Siria.
Tanto Hayat Tahrir al Sham (que se creó a partir de la filial siria de Al Qaeda tras su distanciamiento de la red terrorista) como Al Bashir tienen un pasado que inquieta a muchos por su radicalismo religioso. También tienen experiencia en el gobierno de la provincia de Idlib, el bastión opositor del noroeste de Siria donde quedaron arrinconados en los pasados años los insurgentes, creando un pequeño estado dentro del Estado sirio.
“Hay grandes desafíos, pero nuestra experiencia previa en la gestión de la provincia de Idlib y sus alrededores nos ha brindado una amplia experiencia, que ha contribuido a perfeccionar los recursos materiales y humanos que poseemos, permitiéndonos asumir esta gran responsabilidad que se nos ha confiado”, dijo Al Bashir en la primera reunión oficial de su gabinete con el viejo Gobierno sirio, según los medios locales. Al Bashir se refería al llamado Gobierno de Salvación, formado en las zonas que estaban bajo el control de Hayat Tahrir al Sham (HTS) en el noroeste de Siria desde hacía varios años.
Ese Gobierno ha funcionado de forma eficiente, ofreciendo servicios a los ciudadanos, y en su estructura, incluso, hay una Dirección de Asuntos de las Minorías. Bajo ese Ejecutivo y el dominio militar de HTS, han sido denunciados y documentados en los pasados años abusos y violaciones de los derechos humanos, especialmente la persecución y represión de los disidentes o de las voces críticas, incluidos miembros de grupos armados rivales.
Temores a represalias y discriminación
En una entrevista con el periódico italiano Il Corriere della Sera en Damasco, el nuevo jefe del Gobierno interino ha defendido su historial y ha rechazado la desconfianza de toda la comunidad internacional y de una parte de los propios sirios. “Los comportamientos equivocados de algunos grupos islamistas han llevado a muchas personas, sobre todo en Occidente, a relacionar a los musulmanes con el terrorismo y al islam con el extremismo”, ha explicado en esa entrevista Al Bashir. “El islam es la religión de la justicia y nosotros, porque somos musulmanes, vamos a garantizar todos los derechos de todas las personas y sectas de Siria”, ha asegurado.
De momento, no han sido denunciados incidentes o ataques contra las minorías religiosas, en concreto la alauí (perteneciente a la rama chií del islam), a la que pertenecía la familia Al Asad y su círculo más cercano. Este miércoles, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos ha denunciado que “grupos armados locales en varias provincias de Siria han llevado a cabo actos de venganza, incluidos malos tratos físicos y verbales, y han incitado el conflicto sectario desde la caída del régimen de Al Asad”.
Según la organización, que ha documentado los abusos cometidos por todas las partes en la guerra civil siria desde sus inicios, los individuos que están detrás de esas acciones vestían el uniforme de las fuerzas de seguridad de la coalición de facciones armadas liderada por HTS. La mayor parte de los incidentes se han producido en la provincia de Latakia, un bastión del régimen de Al Asad y de los alauíes.
Precisamente en Latakia, que fue tomada por los insurgentes en los pasados días, los combatientes suníes opositores han destrozado el mausoleo del padre de Bashar, Hafez Al Asad, en su pueblo natal de Qardaha (de mayoría alauí), tal y como ha confirmado el Observatorio.
Desde Estados Unidos –en cuya lista de grupos terroristas se encuentra HTS–, el secretario de Estado Antony Blinken ha dicho que el nuevo Gobierno sirio debe mostrar “un compromiso claro con el respeto pleno de los derechos de las minorías, facilitar el flujo de la ayuda humanitaria para todos los necesitados, evitar que Siria sea empleada como una base para el terrorismo o represente una amenaza para sus vecinos”.
Por su parte, el secretario general de la ONU, António Guterres, ha dicho en declaraciones recogidas por la Agencia EFE que el organismo internacional “está totalmente comprometido a apoyar una transición fluida del poder, con un proceso político inclusivo en el que se respeten plenamente los derechos de todas las minorías y se abra el camino hacia una Siria unida y soberana con su integridad territorial plenamente restablecida”.
No solo Naciones Unidas ha hecho hincapié en la necesidad de que las nuevas autoridades encabezadas por HTS involucren a todas las facciones armadas y políticas en la transición, para que esta sea lo más inclusiva posible. En su primer día en el cargo, Al Bashir apareció este martes con la bandera siria que representa a la oposición (con tres estrellas verdes) y la bandera que emplean los grupos islamistas suníes (en este caso, blanca, con el juramento de fe en negro). Sin embargo, los grupos opositores que también se identifican con ese estandarte no están representados en el nuevo Ejecutivo.
El primer ministro del Gobierno interino sirio, Mohamed Al Bashir, en una reunión en Damasco.
Unas finanzas “en muy mal estado”
Uno de los principales retos a los que se enfrenta el Gobierno interino es la economía, devastada después de más de una década de conflicto, con los niveles de pobreza disparados y casi 17 millones de personas que necesitan asistencia humanitaria, de una población de poco más de 24 millones. Al Bashir ha admitido en su entrevista con Il Corriere della Sera que, desde el punto de vista financiero, las nuevas autoridades están “en muy mal estado”. “En las cajas, solo hay libras sirias, que no valen casi nada. 1 dólar estadounidense equivale a 35.000 de nuestras monedas”, ha lamentado.
La economía siria se contrajo un 85% desde 2011 y existe una hiperinflación, como es habitual en situaciones de conflicto. La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) para Siria advirtió este martes de que hay “escasez de alimentos” en las principales ciudades sirias como Damasco o Hama y que el precio del pan se ha disparado –en Alepo y en Idlib ha aumentado un 900% desde el 27 de noviembre–. Una de las medidas anunciadas este miércoles por las nuevas autoridades es que el precio del pan en Latakia se ha fijado en 4.000 libras sirias por 1,5 kilos, que equivale a doce hogazas de pan árabe.
No hay que olvidar que la economía siria también se ha visto afectada por años de sanciones estadounidenses y europeas contra el régimen de Al Asad. Eso podría cambiar ahora que el régimen ya no está al frente del país, pero Occidente no revisará fácilmente esa política si los islamistas están en el poder.
La agencia de noticias Reuters ha tenido acceso a una carta de dos congresistas de EEUU, un demócrata y un republicano, que han pedido a varios miembros de la Administración de Joe Biden que suspenda algunas de las sanciones para aliviar la presión sobre la asfixiada economía siria. La carta ha sido enviada después de la caída de Al Asad y antes de que se renueven las sanciones denominadas César, aprobadas por Donald Trump en 2019, que castigan no solo a las empresas y ciudadanos estadounidenses que comercien con Siria o grupos asociados al régimen sirio, sino también a empresas extranjeras que lo hagan.
Los congresistas consideran adecuado que las sanciones contra miembros del régimen sigan en vigor, pero otras deberían ser levantadas, como las que pesan sobre las empresas que participen en la reconstrucción de Siria –una medida que generó polémica cuando fue aprobada por Washington–.
Aunque la reconstrucción quede aún muy lejos, la normalidad regresa poco a poco a Damasco, donde este miércoles ha sido levantado el toque de queda decretado por los insurgentes cuando tomaron el control de la capital el domingo 8. La urbe está siendo el centro de todas las miradas porque refleja la evolución de la situación sobre el terreno y también las intenciones de los nuevos líderes del país.
En las calles damascenas han aparecido las fuerzas de seguridad del Gobierno de Salvación de Idlib, tal y como muestran las imágenes de la agencia de noticias siria SANA, que ha pasado de ser la portavoz del régimen a la portavoz de las nuevas autoridades.
Agentes de la Policía del llamado Gobierno de Salvación liderado por HTS.
Tal y como explica Aaron Zelin, analista del centro de estudios The Washington Institute, la capacidad de HTS de construir instituciones en los pasados cuatro años ha hecho que el grupo tenga una buena posición a la hora de “consolidar victorias en el campo de batalla [y convertirlas] en proyectos más amplios de construcción de estado”. Pero, HTS “en el fondo, sigue siendo un grupo armado autoritario”, escribe. Y agrega: “Si quieren ganarse el apoyo entre los desconfiados lugareños –y la aceptación reticente de un Occidente que los observa– tendrán que asegurarse de que la plétora de iniciativas burocráticas lanzadas en los últimos días sean más que una simple operación de relaciones públicas”. El nuevo primer ministro, que ha sido encargado de liderar la transición hasta marzo de 2025, procede de la provincia de Idlib, donde dirigía una administración local de corte islamista y autoritario, controlado por el grupo armado Hayat Tahrir al Sham¿Aumentará la amenaza terrorista mundial con la llegada al poder de insurgentes islamistas en Siria?
Pocos días después de la huida de Bashar Al Asad de Siria y la caída de su régimen, el país ya tiene un Gobierno interino que liderará esta delicada etapa transitoria hasta marzo de 2025, tal y como han decidido las nuevas autoridades de Damasco. El Organismo de Liberación del Levante (Hayat Tahrir al Sham, en árabe), que lideró la ofensiva militar contra Al Asad hasta forzar su marcha el pasado domingo, ha nombrado a Mohamed Al Bashir como nuevo primer ministro de ese Ejecutivo, cuya misión es hacer frente a los primeros y más urgentes retos, y evitar un colapso de las instituciones y el orden en Siria.
Tanto Hayat Tahrir al Sham (que se creó a partir de la filial siria de Al Qaeda tras su distanciamiento de la red terrorista) como Al Bashir tienen un pasado que inquieta a muchos por su radicalismo religioso. También tienen experiencia en el gobierno de la provincia de Idlib, el bastión opositor del noroeste de Siria donde quedaron arrinconados en los pasados años los insurgentes, creando un pequeño estado dentro del Estado sirio.
“Hay grandes desafíos, pero nuestra experiencia previa en la gestión de la provincia de Idlib y sus alrededores nos ha brindado una amplia experiencia, que ha contribuido a perfeccionar los recursos materiales y humanos que poseemos, permitiéndonos asumir esta gran responsabilidad que se nos ha confiado”, dijo Al Bashir en la primera reunión oficial de su gabinete con el viejo Gobierno sirio, según los medios locales. Al Bashir se refería al llamado Gobierno de Salvación, formado en las zonas que estaban bajo el control de Hayat Tahrir al Sham (HTS) en el noroeste de Siria desde hacía varios años.
Ese Gobierno ha funcionado de forma eficiente, ofreciendo servicios a los ciudadanos, y en su estructura, incluso, hay una Dirección de Asuntos de las Minorías. Bajo ese Ejecutivo y el dominio militar de HTS, han sido denunciados y documentados en los pasados años abusos y violaciones de los derechos humanos, especialmente la persecución y represión de los disidentes o de las voces críticas, incluidos miembros de grupos armados rivales.
Temores a represalias y discriminación
En una entrevista con el periódico italiano Il Corriere della Sera en Damasco, el nuevo jefe del Gobierno interino ha defendido su historial y ha rechazado la desconfianza de toda la comunidad internacional y de una parte de los propios sirios. “Los comportamientos equivocados de algunos grupos islamistas han llevado a muchas personas, sobre todo en Occidente, a relacionar a los musulmanes con el terrorismo y al islam con el extremismo”, ha explicado en esa entrevista Al Bashir. “El islam es la religión de la justicia y nosotros, porque somos musulmanes, vamos a garantizar todos los derechos de todas las personas y sectas de Siria”, ha asegurado.
De momento, no han sido denunciados incidentes o ataques contra las minorías religiosas, en concreto la alauí (perteneciente a la rama chií del islam), a la que pertenecía la familia Al Asad y su círculo más cercano. Este miércoles, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos ha denunciado que “grupos armados locales en varias provincias de Siria han llevado a cabo actos de venganza, incluidos malos tratos físicos y verbales, y han incitado el conflicto sectario desde la caída del régimen de Al Asad”.
Según la organización, que ha documentado los abusos cometidos por todas las partes en la guerra civil siria desde sus inicios, los individuos que están detrás de esas acciones vestían el uniforme de las fuerzas de seguridad de la coalición de facciones armadas liderada por HTS. La mayor parte de los incidentes se han producido en la provincia de Latakia, un bastión del régimen de Al Asad y de los alauíes.
Precisamente en Latakia, que fue tomada por los insurgentes en los pasados días, los combatientes suníes opositores han destrozado el mausoleo del padre de Bashar, Hafez Al Asad, en su pueblo natal de Qardaha (de mayoría alauí), tal y como ha confirmado el Observatorio.
Desde Estados Unidos –en cuya lista de grupos terroristas se encuentra HTS–, el secretario de Estado Antony Blinken ha dicho que el nuevo Gobierno sirio debe mostrar “un compromiso claro con el respeto pleno de los derechos de las minorías, facilitar el flujo de la ayuda humanitaria para todos los necesitados, evitar que Siria sea empleada como una base para el terrorismo o represente una amenaza para sus vecinos”.
Por su parte, el secretario general de la ONU, António Guterres, ha dicho en declaraciones recogidas por la Agencia EFE que el organismo internacional “está totalmente comprometido a apoyar una transición fluida del poder, con un proceso político inclusivo en el que se respeten plenamente los derechos de todas las minorías y se abra el camino hacia una Siria unida y soberana con su integridad territorial plenamente restablecida”.
No solo Naciones Unidas ha hecho hincapié en la necesidad de que las nuevas autoridades encabezadas por HTS involucren a todas las facciones armadas y políticas en la transición, para que esta sea lo más inclusiva posible. En su primer día en el cargo, Al Bashir apareció este martes con la bandera siria que representa a la oposición (con tres estrellas verdes) y la bandera que emplean los grupos islamistas suníes (en este caso, blanca, con el juramento de fe en negro). Sin embargo, los grupos opositores que también se identifican con ese estandarte no están representados en el nuevo Ejecutivo.
El primer ministro del Gobierno interino sirio, Mohamed Al Bashir, en una reunión en Damasco.
Unas finanzas “en muy mal estado”
Uno de los principales retos a los que se enfrenta el Gobierno interino es la economía, devastada después de más de una década de conflicto, con los niveles de pobreza disparados y casi 17 millones de personas que necesitan asistencia humanitaria, de una población de poco más de 24 millones. Al Bashir ha admitido en su entrevista con Il Corriere della Sera que, desde el punto de vista financiero, las nuevas autoridades están “en muy mal estado”. “En las cajas, solo hay libras sirias, que no valen casi nada. 1 dólar estadounidense equivale a 35.000 de nuestras monedas”, ha lamentado.
La economía siria se contrajo un 85% desde 2011 y existe una hiperinflación, como es habitual en situaciones de conflicto. La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) para Siria advirtió este martes de que hay “escasez de alimentos” en las principales ciudades sirias como Damasco o Hama y que el precio del pan se ha disparado –en Alepo y en Idlib ha aumentado un 900% desde el 27 de noviembre–. Una de las medidas anunciadas este miércoles por las nuevas autoridades es que el precio del pan en Latakia se ha fijado en 4.000 libras sirias por 1,5 kilos, que equivale a doce hogazas de pan árabe.
No hay que olvidar que la economía siria también se ha visto afectada por años de sanciones estadounidenses y europeas contra el régimen de Al Asad. Eso podría cambiar ahora que el régimen ya no está al frente del país, pero Occidente no revisará fácilmente esa política si los islamistas están en el poder.
La agencia de noticias Reuters ha tenido acceso a una carta de dos congresistas de EEUU, un demócrata y un republicano, que han pedido a varios miembros de la Administración de Joe Biden que suspenda algunas de las sanciones para aliviar la presión sobre la asfixiada economía siria. La carta ha sido enviada después de la caída de Al Asad y antes de que se renueven las sanciones denominadas César, aprobadas por Donald Trump en 2019, que castigan no solo a las empresas y ciudadanos estadounidenses que comercien con Siria o grupos asociados al régimen sirio, sino también a empresas extranjeras que lo hagan.
Los congresistas consideran adecuado que las sanciones contra miembros del régimen sigan en vigor, pero otras deberían ser levantadas, como las que pesan sobre las empresas que participen en la reconstrucción de Siria –una medida que generó polémica cuando fue aprobada por Washington–.
Aunque la reconstrucción quede aún muy lejos, la normalidad regresa poco a poco a Damasco, donde este miércoles ha sido levantado el toque de queda decretado por los insurgentes cuando tomaron el control de la capital el domingo 8. La urbe está siendo el centro de todas las miradas porque refleja la evolución de la situación sobre el terreno y también las intenciones de los nuevos líderes del país.
En las calles damascenas han aparecido las fuerzas de seguridad del Gobierno de Salvación de Idlib, tal y como muestran las imágenes de la agencia de noticias siria SANA, que ha pasado de ser la portavoz del régimen a la portavoz de las nuevas autoridades.
Agentes de la Policía del llamado Gobierno de Salvación liderado por HTS.
Tal y como explica Aaron Zelin, analista del centro de estudios The Washington Institute, la capacidad de HTS de construir instituciones en los pasados cuatro años ha hecho que el grupo tenga una buena posición a la hora de “consolidar victorias en el campo de batalla [y convertirlas] en proyectos más amplios de construcción de estado”. Pero, HTS “en el fondo, sigue siendo un grupo armado autoritario”, escribe. Y agrega: “Si quieren ganarse el apoyo entre los desconfiados lugareños –y la aceptación reticente de un Occidente que los observa– tendrán que asegurarse de que la plétora de iniciativas burocráticas lanzadas en los últimos días sean más que una simple operación de relaciones públicas”.
Pocos días después de la huida de Bashar Al Asad de Siria y la caída de su régimen, el país ya tiene un Gobierno interino que liderará esta delicada etapa transitoria hasta marzo de 2025, tal y como han decidido las nuevas autoridades de Damasco. El Organismo de Liberación del Levante (Hayat Tahrir al Sham, en árabe), que lideró la ofensiva militar contra Al Asad hasta forzar su marcha el pasado domingo, ha nombrado a Mohamed Al Bashir como nuevo primer ministro de ese Ejecutivo, cuya misión es hacer frente a los primeros y más urgentes retos, y evitar un colapso de las instituciones y el orden en Siria.
Tanto Hayat Tahrir al Sham (que se creó a partir de la filial siria de Al Qaeda tras su distanciamiento de la red terrorista) como Al Bashir tienen un pasado que inquieta a muchos por su radicalismo religioso. También tienen experiencia en el gobierno de la provincia de Idlib, el bastión opositor del noroeste de Siria donde quedaron arrinconados en los pasados años los insurgentes, creando un pequeño estado dentro del Estado sirio.
“Hay grandes desafíos, pero nuestra experiencia previa en la gestión de la provincia de Idlib y sus alrededores nos ha brindado una amplia experiencia, que ha contribuido a perfeccionar los recursos materiales y humanos que poseemos, permitiéndonos asumir esta gran responsabilidad que se nos ha confiado”, dijo Al Bashir en la primera reunión oficial de su gabinete con el viejo Gobierno sirio, según los medios locales. Al Bashir se refería al llamado Gobierno de Salvación, formado en las zonas que estaban bajo el control de Hayat Tahrir al Sham (HTS) en el noroeste de Siria desde hacía varios años.
Ese Gobierno ha funcionado de forma eficiente, ofreciendo servicios a los ciudadanos, y en su estructura, incluso, hay una Dirección de Asuntos de las Minorías. Bajo ese Ejecutivo y el dominio militar de HTS, han sido denunciados y documentados en los pasados años abusos y violaciones de los derechos humanos, especialmente la persecución y represión de los disidentes o de las voces críticas, incluidos miembros de grupos armados rivales.
Temores a represalias y discriminación
En una entrevista con el periódico italiano Il Corriere della Sera en Damasco, el nuevo jefe del Gobierno interino ha defendido su historial y ha rechazado la desconfianza de toda la comunidad internacional y de una parte de los propios sirios. “Los comportamientos equivocados de algunos grupos islamistas han llevado a muchas personas, sobre todo en Occidente, a relacionar a los musulmanes con el terrorismo y al islam con el extremismo”, ha explicado en esa entrevista Al Bashir. “El islam es la religión de la justicia y nosotros, porque somos musulmanes, vamos a garantizar todos los derechos de todas las personas y sectas de Siria”, ha asegurado.
De momento, no han sido denunciados incidentes o ataques contra las minorías religiosas, en concreto la alauí (perteneciente a la rama chií del islam), a la que pertenecía la familia Al Asad y su círculo más cercano. Este miércoles, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos ha denunciado que “grupos armados locales en varias provincias de Siria han llevado a cabo actos de venganza, incluidos malos tratos físicos y verbales, y han incitado el conflicto sectario desde la caída del régimen de Al Asad”.
Según la organización, que ha documentado los abusos cometidos por todas las partes en la guerra civil siria desde sus inicios, los individuos que están detrás de esas acciones vestían el uniforme de las fuerzas de seguridad de la coalición de facciones armadas liderada por HTS. La mayor parte de los incidentes se han producido en la provincia de Latakia, un bastión del régimen de Al Asad y de los alauíes.
Precisamente en Latakia, que fue tomada por los insurgentes en los pasados días, los combatientes suníes opositores han destrozado el mausoleo del padre de Bashar, Hafez Al Asad, en su pueblo natal de Qardaha (de mayoría alauí), tal y como ha confirmado el Observatorio.
Desde Estados Unidos –en cuya lista de grupos terroristas se encuentra HTS–, el secretario de Estado Antony Blinken ha dicho que el nuevo Gobierno sirio debe mostrar “un compromiso claro con el respeto pleno de los derechos de las minorías, facilitar el flujo de la ayuda humanitaria para todos los necesitados, evitar que Siria sea empleada como una base para el terrorismo o represente una amenaza para sus vecinos”.
Por su parte, el secretario general de la ONU, António Guterres, ha dicho en declaraciones recogidas por la Agencia EFE que el organismo internacional “está totalmente comprometido a apoyar una transición fluida del poder, con un proceso político inclusivo en el que se respeten plenamente los derechos de todas las minorías y se abra el camino hacia una Siria unida y soberana con su integridad territorial plenamente restablecida”.
No solo Naciones Unidas ha hecho hincapié en la necesidad de que las nuevas autoridades encabezadas por HTS involucren a todas las facciones armadas y políticas en la transición, para que esta sea lo más inclusiva posible. En su primer día en el cargo, Al Bashir apareció este martes con la bandera siria que representa a la oposición (con tres estrellas verdes) y la bandera que emplean los grupos islamistas suníes (en este caso, blanca, con el juramento de fe en negro). Sin embargo, los grupos opositores que también se identifican con ese estandarte no están representados en el nuevo Ejecutivo.
Unas finanzas “en muy mal estado”
Uno de los principales retos a los que se enfrenta el Gobierno interino es la economía, devastada después de más de una década de conflicto, con los niveles de pobreza disparados y casi 17 millones de personas que necesitan asistencia humanitaria, de una población de poco más de 24 millones. Al Bashir ha admitido en su entrevista con Il Corriere della Sera que, desde el punto de vista financiero, las nuevas autoridades están “en muy mal estado”. “En las cajas, solo hay libras sirias, que no valen casi nada. 1 dólar estadounidense equivale a 35.000 de nuestras monedas”, ha lamentado.
La economía siria se contrajo un 85% desde 2011 y existe una hiperinflación, como es habitual en situaciones de conflicto. La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) para Siria advirtió este martes de que hay “escasez de alimentos” en las principales ciudades sirias como Damasco o Hama y que el precio del pan se ha disparado –en Alepo y en Idlib ha aumentado un 900% desde el 27 de noviembre–. Una de las medidas anunciadas este miércoles por las nuevas autoridades es que el precio del pan en Latakia se ha fijado en 4.000 libras sirias por 1,5 kilos, que equivale a doce hogazas de pan árabe.
No hay que olvidar que la economía siria también se ha visto afectada por años de sanciones estadounidenses y europeas contra el régimen de Al Asad. Eso podría cambiar ahora que el régimen ya no está al frente del país, pero Occidente no revisará fácilmente esa política si los islamistas están en el poder.
La agencia de noticias Reuters ha tenido acceso a una carta de dos congresistas de EEUU, un demócrata y un republicano, que han pedido a varios miembros de la Administración de Joe Biden que suspenda algunas de las sanciones para aliviar la presión sobre la asfixiada economía siria. La carta ha sido enviada después de la caída de Al Asad y antes de que se renueven las sanciones denominadas César, aprobadas por Donald Trump en 2019, que castigan no solo a las empresas y ciudadanos estadounidenses que comercien con Siria o grupos asociados al régimen sirio, sino también a empresas extranjeras que lo hagan.
Los congresistas consideran adecuado que las sanciones contra miembros del régimen sigan en vigor, pero otras deberían ser levantadas, como las que pesan sobre las empresas que participen en la reconstrucción de Siria –una medida que generó polémica cuando fue aprobada por Washington–.
Aunque la reconstrucción quede aún muy lejos, la normalidad regresa poco a poco a Damasco, donde este miércoles ha sido levantado el toque de queda decretado por los insurgentes cuando tomaron el control de la capital el domingo 8. La urbe está siendo el centro de todas las miradas porque refleja la evolución de la situación sobre el terreno y también las intenciones de los nuevos líderes del país.
En las calles damascenas han aparecido las fuerzas de seguridad del Gobierno de Salvación de Idlib, tal y como muestran las imágenes de la agencia de noticias siria SANA, que ha pasado de ser la portavoz del régimen a la portavoz de las nuevas autoridades.
Tal y como explica Aaron Zelin, analista del centro de estudios The Washington Institute, la capacidad de HTS de construir instituciones en los pasados cuatro años ha hecho que el grupo tenga una buena posición a la hora de “consolidar victorias en el campo de batalla [y convertirlas] en proyectos más amplios de construcción de estado”. Pero, HTS “en el fondo, sigue siendo un grupo armado autoritario”, escribe. Y agrega: “Si quieren ganarse el apoyo entre los desconfiados lugareños –y la aceptación reticente de un Occidente que los observa– tendrán que asegurarse de que la plétora de iniciativas burocráticas lanzadas en los últimos días sean más que una simple operación de relaciones públicas”.
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