La nueva entrega del Capitán Alatriste llevó anoche a Arturo Pérez-Reverte a El Hormiguero. Iba a hablar de su libro, por supuesto, pero ya se sabe que el libro es solo un pretexto. Cuando el escritor se sienta frente a Pablo Motos se produce una alineación planetaria, una explosión cósmica Leer La nueva entrega del Capitán Alatriste llevó anoche a Arturo Pérez-Reverte a El Hormiguero. Iba a hablar de su libro, por supuesto, pero ya se sabe que el libro es solo un pretexto. Cuando el escritor se sienta frente a Pablo Motos se produce una alineación planetaria, una explosión cósmica Leer
Arturo Pérez-Reverte habló anoche en El Hormiguero de muchas cosas. Habló del regreso del Capitán Alatriste después de 14 años; habló de España; habló, pro supuesto, de Pedro Sánchez, de la clase política, de Pablo Iglesias, de invitados que no lo estaban, de la inmigración. Y sí, Pablo Motos le metió en un «jardín de cojones». Pero también habló de Israel, que ya no son sus «sus hijos de puta», como dijo la última vez, sino «asesinos»; habló de la equidistancia, de la educación, de que «mojarse es decir lo que piensas», de que en «España falta ecuanimidad». Es decir, habló de «la incapacidad de admitir una virtud en el adversario ni un defecto en tu propio bando». Aquella frase tan de profesor que dice… «todos como borregos».
Sabe Arturo Pérez-Reverte que esa incapacidad él la vive en su propia piel cada vez que abre la boca o escribe un tuit. Pero el escritor cuenta con una ventaja, la de que a sus 74 años él sí práctica la ecuanimidad, él sí se moja, él sí dice lo que piensa. Por eso, cuando Pablo Motos le cambia de tercio se teme, pues sabe que le va a ser imposible contenerse. Anoche en El Hormiguero afirmó que lo estaba haciendo. Aviso: pues menos mal que se contuvo.
Si hay algo que caracteriza cada entrevista que Arturo Pérez-Reverte ha dado a Pablo Motos es que tras soltar su primera frase ya tiene a unos y otros lapidándole. Cuenta con ello. Acostumbrado a que le den de un lado y del otro, Pérez-Reverte, que ya tiene mucha mili, no se casa con nadie porque no puede casarse con nadie. No hay ningún pretendiente que en su opinión valga la pena, y los que valen son «personas interesantes» con las que no comparte ideología, pero que considera que hay escuchar, no para quedarse con su discurso ni para comprarlo sino porque «hay que averiguar qué se ha dicho sobre algo». Y eso, según Pérez-Reverte no ocurre.
Por eso valora a personajes tan distantes como Meloni, como Rufián, como Cayetana Álvarez de Toledo, «la pantera de hielo», como otros tantos con los que no comparte ideología y que incluso puede llegar a aborrecer personalmente, pero que «tienen un fondo». Un fondo que para Pérez-Reverte otros, la mayoría, no tienen. Y, en realidad, un saco en el que también entra él. Arturo Pérez-Reverte levanta tantas pasiones como animadversiones. Los de un lado no le quieren ni escuchar, los del otro, sólo cuando les conviene. ¿Y el pensamiento crítico? Ahí lo dejo.
Se mojó con España de la mano de Alatriste: «Tanto unos como otros le han atacado lo que quiere decir que Alatriste hace su función. Pablo Iglesias dijo más Pérez Galdós y menos Pérez-Reverte. Y estoy de acuerdo porque seguramente si los españoles hubieran leído más a Pérez Galdós no votarían a gente como Pablo Iglesias«. Sabe la que le va a caer y sabe que «son peligrosos».
«Todos los políticos son peligrosos. Si no has leído, si no tienes información no puedes filtrar los mensajes de un lado ni del otro. El receptor no está preparado. Recibe una cantidad de información que no sabe que hacer con ella y eso es peligroso. A menos cultura y formación más indefensión», sentenció el escritor. No es la primera vez que lo dice ni será la última. Es algo que va más allá de ser académico, escritor o literato, es que la «única única solución es educación, lucidez… si estudias lo que hay puedes saber a quien votar. La lucidez da criterio. Nos han traumatizado durante muchos años y la única defensa es la educación. Pero como nos han privado de ella pues la gente está cada vez más indefensa. Por eso siempre digo: leer, leer y leer, la biblioteca es una trinchera antes de que los malos vengan y nos corten la cabeza«. Esta frase podría decírsela perfectamente Don Francisco de Quevedo a su Capitán Alatriste.
Pablo Motos abrió la puerta del «jardín de cojones» con la inmigración, y Pérez-Reverte se revolvió en su silla. No porque no tenga una opinión personal basada en sus experiencia, que no son pocas, sino porque sabe que «no hay solución» y que cualquier cosa que dijera se iba a malinterpretar. En resumidas cuentas, «una cabronada». Aun así se dejó caer en la trampa: «Lo primero, son seres humanos y no animales. No podemos decir que los queremos trabajando, pero luego que desaparezcan. Hay una inmigración necesaria y hay una inmigración ilegal que está viniendo e invadiendo Europa. Los inmigrantes hacen falta, pero en España no se previó. Se les dejó a su suerte. La inmigración ilegal es inevitable. No podemos aplaudir a los bárbaros, en el sentido histórico de la palabra, y querer que no nos molesten». En definitiva, «un problema irresoluble».
No es el único para el escritor, porque España… «España va bien, pues será para usted», como cantaba Joaquín Sabina. Hasta tal punto que, aun no compartiendo su ideología ni considerando a su líder, Santiago Abascal, más inteligente que otros, sino, para Pérez-Reverte, todo lo contrario, está convencido de que el auge de la extrema derecha en España responde a una razón: «Vox es el único partido que tiene ideas». Duro de escuchar y duro de asimilar. «Ni el PSOE ni el PP tienen ideas; Vox sí las tiene, aunque sean siniestras. Eso hace que parezca que hay una ideología detrás», explicó el escritor. Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Vallodolid, Pablo Motos invitó a la cena a Pedro Sánchez: «Sánchez se alza como salvador de Vox. Pero, ¿se lo cree?». No esperó ni a los postres.
¡Qué se lo va a creer! Hace un año dijimos que es capaz de vender a su madre y entregar a la nuestra. Ahora, es capaz de vender a su abuela. La cuestión es que no se va a ir, aunque pierda. ¿Va a hacer como Zapatero? ¿Con los chinos, en Venezuela? No hay tanto arroz». Salió el Gordo, el invitado inesperado al banquete: José Luis Rodríguez Zapatero. Si con Sánchez es letal, con Zapatero es… Juzguen ustedes mismos.
«Zapatero era tonto y se hizo malo. Éste (Sánchez) era malo ya desde el principio. Sánchez es un personaje a estudiar. Si fuera politólogo me dedicaría a estudiarlo. Es el único político que se aferra al poder. Igual que tiene mamporreros tiene gente inteligente detrás que le sostiene. Él va a pelear como gato panza arriba», sentenció. Porque Arturo Pérez-Reverte lo tiene claro: «Igual que Putin tomó la medida de Europa, Sánchez ha tomado la medida a España».
¿Y Zapatero? Se supone que no estaba invitado a la fiesta. Pero es que… «los tontos son los que causan los problemas. Tú juntas a un malo con mil tontos y tienes a mil tontos porque la maldad es muy contagiosa. Sánchez se ha beneficiado de como Zapatero sacó fantasmas que se habían olvidado. Este tonto perdido devolvió la confrontación». Y tiró de sus papeles, del prólogo que Chaves Nogales, «el mejor periodista republicano de su tiempo», tiene en el libro A sangre y fuego. No sean ecuánimes. Lean. Pérez-Reverte lo leyó.
«Me fui cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido y ya no había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba. ¡Cuidado! En mi deserción pesaba tanto la sangre derramada por las cuadrillas de asesinos que ejercían el terror rojo en Madrid como la que vertían los aviones de Franco, asesinando mujeres y niños inocentes. Y tanto o más miedo tenía a la barbarie de los moros, los bandidos del Tercio y los asesinos de la Falange, que a la de los analfabetos anarquistas o comunistas. (…)
El hombre que encarnará la España superviviente surgirá merced a esa terrible e ininteligente selección de la guerra que hace sucumbir a los mejores. ¿De derechas? ¿De izquierdas? ¿Rojo? ¿Blanco? Es indiferente. Sea el que fuere, para imponerse, para subsistir, tendrá, como primera providencia, que renegar del ideal que hoy lo tiene clavado en un parapeto, con el fusil echado a la cara, dispuesto a morir y a matar. Sea quien fuere, será un traidor a la causa que hoy defiende (…)
Que sean éstas o aquéllas, esta mínima cosa que se decidirá al fin en torno de una mesa y que dependerá en gran parte de la inteligencia de los negociadores, habrá costado a España más de medio millón de muertos. Podía haber sido más barato».
«Esto vacuna a cualquiera de la basura que unos y otros sueltan. Por supuesto, Chaves Nogales no es querido ni por unos ni por otros», explicó. Pero no era suficiente. Pablo Motos quería más y lanzó un nuevo contraataque: «¿Hacía donde evoluciona Pedro Sánchez?». «No tienes bastante, quieres más leña», espetó Pérez-Reverte. Sí, quería «más leña». Y la hoguera se prendió: «Me recuerda a los emperadores romanos que iban vagando por el palacio solos. Si cayera todos los que se levantan a aplaudir serían los primeros que renegarian de él. Está solo. No hay nadie de los suyos que le quiera. A la vez le necesitan y le tienen miedo, y el miedo ata más que la lealtad».
Y llegó el final y el aula se levantó: «Hay días de viajes, pero no hay días de personas interesantes y es difícil encontrar a personas como tú. Y aunque no te guste recibir piropos, te lo comes».
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